miércoles, 2 de diciembre de 2009

De palíndromos y el número 7 - Juan Filloy



“Yo aconsejo que se practiquen frases palindrómicas, el entretenimiento de los griegos cultos”

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   –Dígame, ¿no bromea cuando asegura que es recordman mundial de palindromía?
   –Para nada. Los argentinos somos campeones de fútbol, pero muy pocos saben que tengo el récord mundial de palindromía. En ninguna lengua ni en ningún lugar existe alguien que haya escrito tantos palíndromos como yo. Soy autor de un volumen, Karcino, editado por la SADE de Río Cuarto y el Fondo Nacional de las Artes, que es un tratado único en el mundo. Parte del primer palindromista de la historia, un griego llamado Sotades. E incluye dos mil de mis palíndromos. Mientras, ya estoy preparando el otro volumen, que tendrá ocho mil, algunos de los cuales son pequeños diálogos, relatos, poemas, apólogos, etcétera.
   –Dificilísimo... ¿Cómo hace?
   –Miro las palabras y enseguida sé si son palindrómicas o no; tengo la visión retrospectiva... ¿No ha visto a los linotipistas, que leen los lingotes de atrás para adelante con total facilidad? Mire, antes de que usted llegara escribí estas dos oraciones: "Acaso hubo búhos acá" y "Sólo dí sol a los ídolos". Significativas, por cierto. Examínelas. Y le digo otra: "Allí tápase Menem esa patilla", y una más, vinculada también a la política: "Libe don Italo Lúder: crédulo latino débil". El español es el idioma más palindrómico del mundo; pero hasta hace poco no se sabía más que una frase. En el año 1964 llevé al secretario perpetuo de la Academia Española, don Julio Casares, mi libro Estafen, que tiene cien frases palindrómicas. El campeón mundial era hasta entonces un emperador de Oriente, León VI, que publicó 28. Confrontando este volumen, dicha performance es ridícula. "¡Coño! –me dijo don Casares–, yo no conozco más que una: Dábale arroz a la zorra el abad". La misma que tenía popularidad cuando éramos muchachos. Ya entonces yo había detectado dos o tres en latín e italiano. Como me gustaban mucho los juegos de inteligencia, me puse a estudiar las palabras. Hay que conocer muy profundamente su morfología para hacer palíndromos. Y es necesaria una gran dosis de paciencia.
   –¿Pero qué valor literario tiene hacer palíndromos?
   –Es un entretenimiento lexicográfico que han practicado grandes figuras de la literatura mundial, empezando por Dante. Para mí fue un trabajo de preso, resultado de haber aprovechado durante sesenta años los intersticios que el tiempo le da a un autor, y recopilado simultáneamente información en universidades y bibliotecas europeas y norteamericanas. Yo aconsejo que se practiquen frases palindrómicas, el entretenimiento de los griegos cultos. Palíndromo, en griego, significa "que corre de nuevo". El juego popular de ese pueblo es el "astrágalos", equivalente a la taba argentina. Con la palindromía completaríamos nuestro parecido con los griegos. Claro que me doy cuenta que en el mundo, no hay otro zonzo como yo que haga estas cosas.
   –¿Y ademas quién los lee? Me parece que Karcino no debe ser para matar el tiempo en la parada del colectivo...
   –No crea. Existen lectores. A la gente le gusta leer palíndromos, para ver si son ciertos. Pero comprendo su inquietud. Karcino es un libro muy erudito. Mire, es casi un tratado de lingüística; por eso lo quiero mandar a la Academia Española y a todas las universidades del continente. ¿Sabe que yo mismo diagramé el texto y las tapas? Una imagen de la mitología romana, Janus, hombre de dos caras, decora sus páginas. Por eso estas frases también se llaman "jánicas". En griego, Karcino quiere decir cangrejo, animal que camina al sesgo formando zig zags, casi en la forma en que se leen los palíndromos.
   –Karcino... Siete letras... No deja de encontrar una palabra de siete letras, apropiada para titular sus obras... Qué afortunado.
   –Ah, no... el diccionario está lleno de palabras de siete letras, adecuadas a cualquier propósito. Usted puede elegir hasta cansarse...
   –¿Por qué siempre siete?
   –Por comodidad; me gustan los nombres cortos... También por algo un poco cabalístico...

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MÓNICA AMBORT



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Fuente: LITERATURA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA
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