domingo, 7 de junio de 2009

Juan Carlos Onetti (1909 -1994)


Partícipe irremplazable del fenómeno literario denominado boom latinoamericano, Juan Carlos Onetti fue un enamorado de la narrativa breve. Ya fueran cuentos o novelas cortas, sus esferas ficcionales giraban en torno a esta tan obvia predilección de subgéneros literarios advertida de antemano en los cuentistas sudamericanos (Horacio Quiroga, Adolfo Bioy casares, Roberto Arlt).
Notable admirador de la obra de Faulkner, nunca renegó de su "ingenuo plagio" al maestro. Aunque, si bien las técnicas utilizadas en los relatos pueden mostrar similitudes, Onetti cuenta los hechos con las voces de los anónimos y la segunda persona plural de los pronombres es la que añade sus visiones al transcurrir de cada historia.
Los críticos estilísticos han señalado que también en su obra pueden descubrirse rastros de Céline, Joyce, Flaubert y otros. El motivo clave, creería, radica en la inclusión taxativa y a propósito de un antihéroe que coincida en su planteamiento con la reflexión de extrema desolación onettiana.
El desarraigo, la aparente sensación de naufragar en submundos desarticulados, tan reales como el cotidiano transcurrir, evidencias todas de hombres ahuecados por el fracaso en la búsqueda de propósitos más austeros en la fijación pesimista del absurdo existencial, son tópicos fundamentales a tener en cuenta mientras se recorren las páginas de sus libros. Y es que la escritura se convirtió en su única salvaguarda, su amante perfecta, la de las insomnes noches sin protestas, a la que le hacía el amor, como escapismo certero ante tanto entorno contagiado de desalientos:
O leo o escribo, no concibo otra cosa. Es un vicio. Yo tengo que leer. Me gustaría que esos libros que me apasionan no se acabaran nunca o que yo perdiera la memoria para volver a leerlos de nuevo y poder soprenderme ante lo que voy leyendo. El placer de escribir es muy grande, es como hacer el amor. Yo voy escribiendo. Escribo a tirones. Más de una vez me ha ocurrido, durante la noche, no tener un cuaderno a mano o una hoja blanca. Entonces siempre tengo libros a mi alrededor. Y los libros tienen una hoja en blanco. Por eso tengo varios mutilados en los que he escrito un fragmento de una novela.

Su desánimo estaba enredado en los intersticios universales, tanta absurdidad le atormentaba; su arma más valiente era la literatura
En mí, creo que se trata de un pesimismo natural; natural y radical. En el fondo, creo que soy una de las pocas personas que cree en la mortalidad. Eso influye mucho. Sé que todo va a acabar en fracaso. Yo mismo. Vos también. De todos los escritores del boom se ha dicho que son pesimistas, que en ellos los personajes siempre se frustran. Quizá. Pero en García Márquez o en Vargas Llosa, yo noto una gran alegría de vivir. Sinceramente, no creo que vean la muerte como un problema. Y no se trata de que ahora yo tenga 64 años y que pueda morirme esta noche. No. Es algo que he sentido desde la adolescencia. Así como se descubre que yo soy yo, así se descubre la muerte, se marcan sus linderos. Uno de los descubrimientos más terribles, el más terrible, que tuve de muchacho, fue que todas las personas que yo quería se iban a morir algún día. Eso me pareció absurdo, y de esa impresión no me he repuesto todavía. No me repondré nunca.

Pocas veces reconocido por sus contemporáneos, o tardíamente celebrado por las conciencias arrepentidas del criticismo, Juan Carlos Onetti es inmune a las líneas cronológicas en su obra; todos sus cuentos y novelas existen por sí mismas, sin poder hallarse un motivo justo de hilación por separado. Sin embargo, toda su obra, en conjunto, presenta ambientes corroídos, personajes en desamparo de la razón de la normalidades, desajustes en las relaciones, casi premeditados, lo cual sólo intensifica su verdadero interés por la indagación de los motivos en las imbricadas circunstancias humanas. Matías, el telegrafista lo menciona, con la misma voz de su narrador:
Para mí, ya lo saben, los hechos desnudos no significan nada. Lo que importa es lo que contienen o lo que cargan; y después averiguar qué hay detrás de esto y detrás hasta el fondo definitivo que no tocaremos nunca.
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Algunos cuentos:
- Los Besos
- La Mano
- El perro tendrá su día
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