Entre la escena y yo
el cristal
vacío salvo ella
vientre a tierra ceñida por sus negras tripas
antenas locas alas enredadas
patas curvas boca succionando en el vacío
golpeando en el azul estrellándose contra lo invisible
impotente bajo mi pulgar
trastorna al mar y al cielo serenos.
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Hete aquí la evidente importancia que el autor atribuye a los hechos vivenciales ínfimos, tema presente a lo largo de toda su obra. Para Beckett ningún rastro del acontecer es librado a la desatención, los actos más simples pueden desencadenar otras complejidades, que, en el conjunto, acaban por transformar o doblegar la fama de los visibles colosales. El cielo y el mar transmutan su rol principal; una pequeña mosca los ha eclipsado.
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