domingo, 28 de junio de 2009

Paul Marie Verlaine (1844-1896)


Maestro del verso impar, condenado autoimpuesto o maldito en designación de sus contemporáneos, Paul Verlaine asienta en la cronología literaria las intencionalidades románticas y le devuelve al parnasianismo el evadido significado del poeta como artífice, participante innegable en la composición de cada obra.
Los escritores del Romanticismo y del Parnaso se excluyen del objeto impasible en sus letras, el primordial enaltecimiento por aquello creado desmerece al quién de la obra. Ensombrecido el autor, prevalecerá una intencionalidad de exaltación del arte, en pos de la pérdida del contacto con la misma vida.
Los decadentes, dirigidos por Verlaine, redireccionan el sentido objetivo de sus obras, desmenuzan a la costumbre del marfil y adoptan para su propia existencia los cánones manifiestos en contra del adormecimiento clásico.
Verlaine es quien siente, transita y recuerda, bajo la influencia de las avasalladoras melancolía y nostalgia, la campiña del Ardenas de su infancia.
En su interior se debaten el pesimismo amoroso que le dispara a Rimbaud, la inmovilidad nacida por la asfixia materna o el padecimiento indeleble en hospitales inhóspitos debido a la ictericia y la cirrosis, él mismo es quien posee “el recuerdo de demasiadas cosas destinadas”.
El antihéroe que abandona su status de comentador, salvaguardado por los premios que se otorgan a los elaboradores poéticos, y asume la infamia de ser el protagonista de las congojas escritas.
De hecho, todos los decadentes interpretan su creación, no dicen únicamente la expatriación, la viven en extranjeros reductos; no idealizan los excesos, beben ajenjo, prueban opio o se convierten en fieles practicantes del libertinaje sexual.
La prosa poética de Verlaine inserta un novedoso esquema en el modo de escritura. Sus alejandrinos, plagados de cesuras en la sexta sílaba, sumado a la sonoridad estética en cada verso, el doble sentido que podría desprenderse de sus perspicaces acentuaciones, lo convierten en el iniciador irrefutable del arte poético moderno.
Un descorazonado por propia voluntad, irreverente letrado del cinismo de la desolación, Paul Verlaine eternamente significará “el aegri sommiun de un hombre bueno”.

"He perdido mi vida y sé bien
que toda censura sobre mí, se disipará.
Y a esto no puedo sino responder
Que verdaderamente nací saturniano."
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Imagen: Ilustración para Galenterie, palabras de Paul Verlaine y música de Gaston Deletre.
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