jueves, 9 de julio de 2009

El innombrable - Samuel Beckett (fragmento)

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Quizá se necesitaría estar ciego, ciego se oye mejor, no son informes los que faltan, contamos en nuestros bagajes con afinadores de piano, que dan el la y oyen el sol, dos minutos después, de todos modos no se ve nada, este ojo es un equívoco. Pero no es Worm el que habla. Es cierto, hasta ahora, quien dice lo contrario, sería prematuro. Tampoco yo, si es que se va por ahí. Y Mahood es notoriamente áfono. La cuestión no está ahí, de momento, no se sabe dónde está, pero no está ahí, actualmente. Sí, es distraído, un ojo, algo que llora por un sí o por un no, los síes le hacen llorar, los noes también, los quizá sobre todo, con el resultado de que las esperadas de esas detenciones pasmosas no siempre reciben toda la atención que merecen. Mahood también, pienso en Worm, Worm también, no, Mahood también es un gran llorón, quizá descuidamos indicarlo. Su barba está completamente mojada de lágrimas, es perfectamente idiota, tanto más cuanto que eso no le calma en modo alguno, y de qué podría calmarlo, está frío como el alcanfor, el desdichado, incapacitado incluso para maldecir a su creador, es automático. Pero hay que olvidar a Mahood, nunca debimos hablar de él. Sin duda. Pero, ¿es posible olvidarlo? Es cierto que se olvida todo.
Sin embargo, es muy de temer que Mahood no se deje nunca reabsorber del todo. Worm sí, desaparecerá completamente, como si nunca hubiera existido, lo que, por otra parte, es sin duda el caso, como si se pudiera desaparecer, sin haber sido antes. Es fácil decirlo. Pero Mahood tampoco. No está claro esto, tss, tss, esto no está claro del todo. No importa. Mahood permanecerá, allí donde lo pusieron, hundido hasta el cráneo en su vasija, frente al matadero, suplicando a los transeúntes, sin palabra ni gesto ni expresión fisiognómica, ésta, la fisonomía no es agradable de ver abiertamente, al propio tiempo que el plato del día, o por separado, no se sabe por qué, para poder creerse comprometido en el asunto, es decir, prometido a la limpieza de basuras, antes o después, debe de ser eso, ideas semejantes se nos pueden ocurrir sin pensar. Yo mismo tengo la lágrima excepcionalmente fácil, no quería decirlo, en su lugar habría omitido este detalle, el hecho es que no dispongo de ningún exutorio, pero es que de ninguno, ni de ese ni de los menos nobles, cómo se puede estar bien, en estas condiciones, y qué ha de creerse, no se trata de creer nada, sólo de acertar, nada más que de eso, dicen ellos. Si no es negro sin duda es blanco, confesad que es grosero, como procedimiento, vistas todas las tintas intermedias, tan dignas de una oportunidad las unas como las otras. Y el tiempo que pierden, repitiendo la misma cosa, cuando deben saber que no es la buena. Recriminaciones fáciles de refutar, si quisieran molestarse en ello, si dispusieran de tiempo, de tiempo para reflexionar en lo que tienen de inane. Pero el medio de reflexionar y de hablar a la vez, de reflexionar en lo que se dijo, se ha dicho, se podrá decir mientras se dice, se reflexiona acerca de cualquier cosa, más o menos, nos hacemos reproches mal fundados, sin poder responder a ellos, se trata en seguida de otra cosa, por eso repiten ellos siempre lo mismo, la misma letanía, ésa que se saben de memoria, para intentar reflexionar en otra cosa, durante ese tiempo, mediante decir otra cosa que siempre la misma cosa, no encuentran, no encuentran otra cosa que decir que siempre la misma cosa, siempre mal siempre la misma mala cosa, no encuentran, no encuentran otra cosa que decir que lo que les impide encontrar, harían mejor pensando en lo que van a contar, para variar al menos la presentación, lo que cuenta es la presentación, pero el medio de pensar y de hablar al mismo tiempo es algo especial, como una facultad, vagabundo el pensamiento, la palabra también, lejos el uno de la otra, en fin, no exageremos nada, cada cual por su lado, topos de porcelana, en medio es donde se debiera estar, allí donde se sufre, allí donde se tienen raptos de alegría, por carecer de palabra, por carecer de pensamiento, allí donde no se siente nada, no se oye nada, no se sabe nada, no se dice nada, no se es nada, allí es donde se estaría bien, allí donde se está. Felizmente ellos están allí, allí en el sentido bien cierto de no importa dónde, para llevar la responsabilidad de este estado de cosas, del que si no se sabe gran cosa se sabe al menos esto: que no nos gustaría que nos pesara sobre la conciencia, pues basta que nos pese sobre el estómago. Sí, felizmente los tengo a esos fantasmas parlantes, no los tendré siempre, lo noto, malditos fantasmas, acabarán por hacer creer que hice trampa. El amo en todo caso, no vamos —resulta que ellos echan agua en su vino—, no vamos, salvo en caso de absoluta necesidad, a ocuparnos de él, se comprobaría que es un simple funcionario muy arriba en el escalafón, con un juego así se acabaría por necesitar a Dios, por apurado que se esté hay bajezas que es preferible evitar. Sigamos en familia, es más íntimo, nos conocemos, no hay que temer sorpresas, se ha visto el testamento, no hay nada en él para nadie.

Ese ojo, resulta curioso cómo ese ojo reclama la mirada, suplica que nos ocupemos de él, que se le ayude, no se sabe exactamente a qué, a no llorar más, a mirar, a arder, a cerrarse. Sólo se le ve a él en ese rostro, a partir de él se busca un rostro, a él volvemos al no haber hallado nada, nada que valga, nada más que como regueros de ceniza, quizá sean largos cabellos grisáceos, cayendo más abajo que la boca, viscosos de viejas lágrimas, o los flecos de una capa harapienta, o dedos separándose, apretándose, esforzándose en obliterarlo todo, o todo eso junto, dedos, cabellos, harapos, enmarañados, inextricables. Suposiciones tan absurdas unas como otras, basta enunciarlas para desear no haber dicho nada, es cosa sabida, otro pasado, a menudo es deseable, otro que el suyo, cuando se lo conoce. Es calvo, está desnudo, y sus manos, puestas una vez por todas de plano sobre las rodillas, no corren riesgo de una infame añagaza. ¿Dónde está el rostro, en tal caso? Todo esto son estupideces, tampoco creo en el ojo, aquí no hay nada, nada que ver, nada que vea, eso se cae por su propio peso, cuando se piensa en lo que sería un mundo sin papanatas, e inversamente, brrr. Por consiguiente, no hay espectador, ni lo que es más, no hay espectáculo, esto ya es menos. Si este ruido pudiera cesar, ya no habría nada que decir. Me pregunto acerca de quién trata la emisión en este momento. Posiblemente acerca de Worm. Mahood está abandonado. Yo aguardo mi turno. Sí, no desespero, en fin de cuentas, de lograr un día llamar la atención acerca de mi caso. No es que ofrezca el menor interés, caramba, aquí debe de haber un error, no es que sea particularmente interesante, por supuesto, he supuesto, pero es mi turno, yo también tengo derecho a que se me reconozca imposible, me parece. Esto no acabará nunca, es inútil hacerse ilusiones, sí, sí, ellos verán, después de mí se habrá acabado, desistirán, dirán: «Todo eso no existe, son cuentos que nos contaron, le contaron cuentos», que él, el amo, que no sabemos, el sempiterno tercero, él es el responsable de este estado de cosas, el amo no intervino en nada, ellos tampoco, yo menos que nadie, sufrimos la equivocación de echárnoslo en cara los unos a los otros, el amo a mí, a ellos, a sí mismos, ellos a mí, al amo, a ellos mismos, yo a ellos, al amo, a mí mismo, y todos somos inocentes, basta. Inocentes de qué, nadie lo sabe con exactitud, de querer saber, de querer poder, de todo ese ruido, en torno a nada, para nada, de esa prolongada ofensa al silencio en que cada cual se baña, ya no se busca saberlo, lo que ella cubre, esa inocencia en la que se cayó, ella lo cubre todo, todas las faltas, a las que se deben las preguntas, ella pone fin a las preguntas. Entonces eso se habrá acabado, gracias a mí, se habrá acabado, ellos se irán, uno a uno, o caerán, se dejarán caer, allí donde están, no volverán a moverse, gracias a mí, que no habré comprendido nada de cuanto creyeron debían decir, que no habré podido hacer nada de cuanto creyeron querer que yo hiciera, y el silencio volverá a descender sobre todos nosotros, se posará, como sobre el circo, después de la matanza, la arena convertida en polvo. Perspectiva embrujadora si las hubo, empiezan a ser de mi opinión, después de todo quizá tenga una, me hacen decir: «Con sólo esto, con sólo aquello», lo digo, pero son ellos los que piensan, no, tampoco ellos lo piensan. Existen muchas probabilidades de que sea incapaz de desear o de deplorar cualquier cosa. Parece difícil, en efecto, que alguien, si me atrevo a llamarme así, pueda aspirar a una situación de la que él, pese a las descripciones entusiastas que se le prodigaron, no posee la menor noción, o desear seriamente el cese de esa otra, no menos ininteligible, que es la única que alguna vez le depararon. Este silencio que tienen siempre en la boca, de donde habrá salido, adonde regresará realizado su número, no sabe qué es, como tampoco qué es lo que tiene quehacer, para merecerlo. Se trata del empollón, de ese al que siempre se acude cuando las cosas no marchan bien, habla continuamente de méritos y de situaciones, de las que ha salvado más de una, sufrimientos también, sabe reanimar los ardimientos, detener el desastre, sólo con arrojar esa gran frase a la balanza, dispuesto a más, cuando todo haya vuelto a estar en orden. Pero qué sufrimiento, pues él sufrió siempre, ese que arroja un frío de nuevo. Pero se rehace pronto, una vez más lo arregla todo, haciendo intervenir las célebres nociones de cantidad, costumbre, desgaste, y otras que omite, lo que le permite, en el hipo siguiente, declararlas inaplicables al caso que le ocupa, pues no sabe qué es perder la cabeza. Pero, ver más arriba, no están ya inclinados hacia mí, mirándome, hasta dolerles el cuello, dolerles los riñones, qué digo, ¿hicieron nunca otra cosa, desde que...? —nada, sobre todo, de precisiones temporales—, y otra pregunta, ¿qué hago yo en esas historias de Mahood y de Worm?, o mejor, ¿qué hacen ellos en la mía?, he ahí pan en la tabla , que se enmohezca en ella. Lo sé, lo sé, atención, esta vez es la gran jugada, todo eso es la única y hasta con reclamo, sin rebabas, la misma de siempre, a saber: «Veamos, querido, he aquí, he aquí lo que eres, mira esta foto, y he aquí la ficha, ninguna condena, te lo aseguro, haz un esfuerzo, a tu edad hallarse sin identidad es una vergüenza, te lo aseguro, mira esta foto, cómo, no ves nada, es cierto, no importa, anda, mírame esta cabeza de consumido, verás, estará bien, no durará mucho, y mira, he aquí los antecedentes, desacato a los agentes, al pudor, al culto, a los magistrados, a los superiores, a los inferiores, a la razón, sin vías de hecho, mira, sin vías de hecho, eso no es nada, estarás bien, verás, dices, si trabaja, pero veamos, imposible, mira, he aquí el informe sanitario, tabes espasmódico, gomas indoloras, digo bien, indoloras, todo es indoloro, reblandecimientos múltiples, esclerosis diversas, insensible a los golpes, vista cansada, dispéptico, aliméntesele con precaución, a base de excrementos, pérdida de oído, corazón irregular, humor constante, pérdida de olfato, duerme bien, ¿quieres más todavía?, destinado a servicios auxiliares, inoperable, intransportable, mira, aquí está la cabeza, no, no, en el otro extremo, te lo aseguro, es una oportunidad, gusta, si bebe, pero veamos, es su pasión, dices, padre y madre, muertos ambos, con siete meses de intervalo, él en el momento de la concepción, ella en el del nacimiento, te lo aseguro, no hallarás nada mejor, a tu edad, seguir sin forma, qué pena, mira, he aquí la foto, verás, estarás bien, ¿qué es eso, en tales condiciones?, un instante pasajero, en la tierra, después la paz, allá abajo, es el único medio, créeme, de liberarte, como dices, si no tengo otra cosa, pero ciertamente, ciertamente, aguarda, yo también, me he preguntado, aguarda, si tú en realidad no eres, aguarda, ya está, aquél, pero antes quería, cómo, no lo entiendes, yo tampoco, no importa, no es éste el momento de reírse, sí, yo tenía razón, esta vez seguro que eras tú, mira, he aquí la foto, mírame esto, no durará mucho ya, es menester que te apresures, es una ocasión, y patatí patatá, hasta que me deje tentar, no, no es cierto, ellos bien lo saben, no comprendí, no me moví, estoy bien, estaré bien, cuando se hayan ido, no me moví, cuanto dije, dije haber hecho, haber sido, fueron ellos quienes lo dijeron, pero yo no dije nada, no salí, ellos no comprenden, no puedo salir, creen que no quiero hacerlo, que sus condiciones no me convienen, que acabarán por dar con condiciones que me convengan, entonces saldré, se habrán apoderado de mí, por el costado, así veo la cosa, no, no veo nada, ellos no comprenden, no puedo ir hacia ellos, es menester que vengan a buscarme, si quieren cogerme, no es Mahood quien me hará salir, Worm tampoco, ellos confían mucho en Worm, para atraerme hacia el exterior, él no era como los otros se dice, es posible, para mí, es análogo, no comprenden, no puedo moverme, estoy bien aquí, estaré bien, si ellos quieren dejarme, que vengan a buscarme, si me quieren coger, no hallarán nada, podrán irse, con la conciencia tranquila. O si es uno solo, como yo, podrá partir, sin temor a los remordimientos, toda vez que perdió su vida en hacer lo imposible, y más allá, o quedarse aquí conmigo, lo que podría sucederle, lo que me daría un semejante, sería estupendo, mi primer semejante, eso haría época, saberme un semejante, no, no, sabré nada, no importa, sería estupendo de todos modos* un semejante, un congénere, no haría falta que se me pareciera, se me parecería, forzosamente, no tendría más que dejarse ir, podría creer cuanto quisiera, de momento, que no podía más, o que el sitio le gustaba, podría incluso exclamar: «No iré más lejos», de tener la costumbre de anunciar sus decisiones, en alta voz, para mejor conocerlas, podría incluso agregar, útil a todos los fines: «Por ahora». Ésta sería su última sandez, no tendría más que abandonarse a sí mismo, desaparecería, no sabría nada más, estaríamos allí los dos, cada cual ignorándose, ignorándose el uno al otro, es un hermoso sueño que me acabo de forjar, un sueño excelente. Y que no ha concluido. Pues he aquí a otro que llega, a hostigar a su colega, a hacerlo salir, a que vuelva a él, a los suyos a fuerza de amenazas, de promesas, de cuentos de cuna, de juegos de arco, etc., para hacer salir a su colega, como éste a mí, es eso, es eso, henos aquí a los tres, aún es más confortable, y no ha concluido, es un sueño interminable, se trata sólo de dormir, y aún, es como en la canción «Un perro entró en la cocina, y pilló una morcilla, por lo que a golpes de no sé qué, el cocinero lo hizo papilla»; segunda estrofa, «Los otros perros al verlo, le hicieron un buen entierro, al pie de una cruz de leño, donde lee el pasajero»; tercera estrofa, como la primera, la cuarta, como la segunda, la quinta, como la tercera, ¿queréis más? a petición, a petición, henos aquí cien, mil, hay sitio, repleto de vivientes, estaréis bien, veréis, no volveréis a nacer nunca, qué digo, nunca habréis nacido, y traed a vuestros niños, nuestros suplicios les serán agradables, después de lo que les habéis hecho. Pero en realidad, no seremos ya numerosos, una multitud, a título de qué me lisonjearé de ser el primero, no seré acaso el último, en el tiempo se entiende, he aquí preguntas con tal que no se les ocurra contestarlas. Por otra parte, ¿qué pueden estar maquinando, a buen seguro, en hora tan tardía, como ésta? ¿Se habrán, al fin, decidido a abordarme francamente, de cara? Se diría que sí. En tal caso caerá el telón en breve plazo.
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Beckett, Samuel; El Innombrable, Ed. Lumen, Barcelona, 1967.

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