martes, 6 de julio de 2010

Erratas - David Lagmanovich

El corrector sentía que, dentro de la máquina, un duende malicioso se complacía en introducir errata tras errata. Donde debía decir "merecedora" aparecía mecedora; para "entretuve" le metía por las narices entre tubos; si se hablaba de Descartes, la sustitución por Ricarte parecía oblicatoria. Él a veces pescaba la errata, y muchas veces no. Una tarde en que la lluvia de erratas parecía tan incontenible como una precipitación de meteoritos, en su desesperación metió la mano donde no debía y murió electrocutado. El periódico publicó al día siguiente una encomiosa nota necrológica, en la que se hablaba de su contradicción al trabajo y se lamentaba su imprevista definición.
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