lunes, 8 de agosto de 2011

Comentario a Faro Sacratif de Jenaro Talens

No hay metáforas para intentar vivir algo tan simple. 
Jenaro Talens


Fue en Torrenueva, Granada. El faro dispensaba una imponente visión; entre mar y rocas la disputa. Hacia el pie de la atalaya, un confeso desgaste de los acantilados recibía por innumerable vez erosión.
Durante el transcurso del año 1971, Jenaro Talens concluye Ritual para un artificio, poemario que incluye, entre otras composiciones, Faro Sacratif.
Amén de la inagotable obra de este novísimo —propuesto como El metapoeta e inexcusable al momento de citar los exponentes de esta corriente literaria post-franquista (algunos críticos eligen la década del 60' mas otros prefieren ubicarlos en 1970)—, implica casi una obligación, con motes de compromiso espontáneo, la lectura del nombrado poema.




Faro Sacratif es el mejor modelo de poesía íntima. La experiencia personal traspasa esa barrera insondable, cuando el surgimiento profundo, y se muestra capacitada para abordar el exterior, sólo por la gracia del lenguaje poético.
La hostilidad de clima y geografía, no sólo circundan a la torre vigía como elementos decorativos, sino que añaden una cuota cual figura tangible que se yuxtapone y demuestra al acontecer interno.
El tiempo aparece estático, aunque pueda voltear hacia lo ya vivido únicamente por voluntad suprema del centinela que escribe, quien, si bien acapara la totalidad de fragmentos en la estampa, desconoce su participación en la condena perpetua de aquella invariabilidad.
Emerge, además, una brevísima descripción de jardín idílico. Ése que, indudable, rememora los cándidos descuidos de la niñez. Frente al locus agrestis, en donde se instala el faro, se manifiesta un cautivador jardín, invención consciente del yo lírico, que sorprende y desarticula con su mansedumbre.
Bajo tal emplazamiento Talens formula la proposición y al final sólo queda no el tiempo: su ficción, enunciación que nos propone el carácter de simulación que imprime a través de la maniobra poética, útil para rebautizar a las palabras, adosándoles nuevos significados.
Para cerrar, unas palabras concisas de Miguel Casado, al respecto de la intencionalidad habida en la obra de Jenaro Talens:
[...] ¿qué quiere decir que no hay lenguaje para lo común, lo inmediato, lo ordinario? ¿No hay lenguaje apropiado, efectivo? ¿no hay lenguaje con dignidad literaria? o, más bien ¿no ocurrirá que, por la misma cotidianidad de la materia, se ha producido tal superposición de lenguajes que la distancia entre palabra y objeto se ha llenado de ruido, se han obturado los canales, hace falta una limpieza a fondo que devuelva a la palabra su elemental nitidez, su perfil. A este enfoque parece apuntar la recomendación de Ramos Rosa: "Escreve mas para dissipar o que está escrito", tan próxima a la idea barthesiana de que la tarea del escritor consiste en "arrancar una palabra segunda del enviscamiento de las palabras primeras", o también que "toda la tarea del arte consiste en inexpresar lo expresable, arrebatar a la lengua del mundo una palabra distinta, una palabra exacta". [...]

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Bibliografía
Casado, Miguel. 2003. La poesía como pensamiento. Madrid. Huerga & Fierro editores.
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