Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo, con una violenta viscosidad de molusco. Una secreción pegajosa me iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme. De cada uno de sus poros surgía una especie de uña que me perforaba la epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Una exudación fosforescente le iluminaba el cuello, las caderas; hasta que su sexo —lleno de espinas y de tentáculos— se incrustaba en mi sexo, precipitándome en una serie de espasmos exasperantes.
Era inútil que le escupiese en los párpados, en las concavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y mi desprecio. Hasta que la última gota de esperma no se me desprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gota de lacre derretido, sus encías continuaban sorbiendo mi desesperación; y antes de abandonarme me dejaba sus millones de uñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio que pasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poder echarme una gota de yodo en cada una de las heridas...
¡Bonita fiesta la de ser un durmiente que usufructúa de la predilección de los súcubos!
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Elogio de lo irreparable - Félix Grande
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita “¡Venganza!
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.
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Lavémonos el pelo – Ana María Rodas
Lavémonos el pelo
y desnudemos el cuerpo.
Yo tengo y tú también,
hermana,
dos pechos
y dos piernas y una vulva.
No somos criaturas
que subsisten con suspiros.
Ya no sonriamos
ya no más falsas vírgenes.
Ni mártires que esperan en la cama
el salivazo ocasional del macho.
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La mujer estaba desnuda – José Ángel Valente
La mujer estaba desnuda.
Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.
Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.
La mujer sollozaba.
Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.
Vino la noche.
Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.
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Quejas - Vidyapati
-Amigo mío,
¡lo que pasó esta noche!
La miel fue mi tortura.
Bebió mis labios,
arañó mis pechos,
me apretó cara a cara
hasta dejarme sin aliento.
Su vigor juvenil
desenfrenado, lo aturdió.
Rústico,
no sabía el arte del amor.
-Señora mía,
está usted encantada
con ese dios glotón.
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Un momento estoy solo - Tomás Segovia
Un momento estoy solo: tú allá abajo
te ajetreas en torno de mi cosa,
delicada y voraz, dulce y fogosa,
embebida en tu trémulo trabajo.
Toda fervor y beso y agasajo
toda salivas suaves y jugosa
calentura carnal, abres la rosa
de los vientos de vértigo en que viajo.
Mas la brecha entre el goce y la demencia,
a medida que apuras la cadencia,
intolerablemente me disloca,
y al fin me rompe, y soy ya puro embate,
y un yo sin mí ya tuyo a ciegas late
gestándose la noche de tu boca.
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Nastassja o la desnudez en el aire - Roger Campos Murguía
Fruta oscura para los ojos deshechos de tanta belleza sobre la piel plena. Plenitud entre los dedos. La curva de la espalda abierta a todos los deseos. La inclinación del cuello cincelado. La boca como rosa germinada de higos. Ombligo del mundo. Cuerpo geografía. Senos de ciruela. Primavera y verano al mismo tiempo. Podríamos tocar el aire que tu cuerpo ha tocado y sentir la vibración de la luna, la luz, el sexo o la vida. Mujer para todos los sentidos. Mujer mar. Mujer de aire desnudo. Plenitud de la piel y de la llama. Mujer árbol. Mujer río. Mujer manzana. Mujer Eva. Goya te hubiera pintado.
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Soneto perverso – José Alcalá-Zamora
Despiértala del sueño, lo primero,
y enarbólale a besos los pezones,
cólmala de lascivas atenciones,
píntale ojos y labios con esmero.
Ponle alhajas, sostén, bragas, liguero,
las medias negras de cristal, tacones
altísimos.., condúcela a regiones
de lujuria que ignore por entero.
Espósala y enséñale el oficio
de esclava a tus caprichos sometida,
adiéstrala a gozar de otra manera.
Encadénala al poste del suplicio,
irresistiblemente desvalida,
y copúlala luego hasta que muera.
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