lunes, 25 de abril de 2011

¡Deléitame Gonzalo!

Además del bastísimo repertorio lingüístico, de Rojas siempre me conmovió la prudencia al publicar su producción: autocensura. ¿Qué es eso, muchacha, de parir libros como pan?, sospecho que me hubiera dicho. Lo he presentido hombre mesurado, partícipe de cada premeditación poética. Aquejado de asaltos, sí; mas con un talante conscientemente selectivo frente a la propulsión escritora. Indiferente a la cuantía sobrevaluada de la cual adolecen los vates posesos, poseedor del principio patente de exigüidad que caracteriza a los virtuosos: Es raro: uno escribe un librito en Provo y se arma la grande. Raro y cómico: muchos creían que me había muerto. Y eso que a fines del 84 se publicó otro libro mío mucho más crecido, de unas 300 páginas con gran parte de mi obra llamado DEL RELÁMPAGO, en la segunda edición del Fondo de Cultura Económica de México. Pero ésa es a menudo la fortuna de los poetas. Te quieren mucho pero te quisieran acaso más si ya te hubieras muerto. ¡El aura del prestigio, ese mito! Entre tanto hay que escribir como loco y no creer en los aplausos. Pero, eso sí, aceptar el reto, el desafío. La responsabilidad de ser desde la palabra.” *
Creo que no fijé la hora de su muerte y para mi fastidio, participo del ensanchamiento de afectividades que comenzará a dársele al habitar hoy el pedestal de los gloriosos poetas fallecidos. Me disculpo por esta insidiosa reminiscencia frente a la obra, a la cual volví a acercarme debido a una relectura ocasional de Oscuro, algunos meses atrás.
Sexo, historia, muerte, formal escarnio contra las represiones a toda condición; sus temas parecen intrascendentes cuando opone aquella visión de fugacidad, por la que todo acontecer debe filtrar.
Me mira, echado sobre el cabecero de su voraz cama china. No va a dejar de atraerme. Descifro su mandarín incomprensible, él persevera en continuar prodigándome complacencias.

Cama con Espejos

Ese mandarín hizo de todo en esta cama con espejos, con dos espejos:
hizo el amor, tuvo la arrogancia
de creerse inmortal, y tendido aquí miró su rostro por los pies,
y el espejo de abajo le devolvió el rostro de lo visible;
así desarrolló una tesis entre dos luces: el de arriba
contra el de abajo, y acostado casi en el aire
llegó a la construcción de su gran vuelo de madera.

La estridencia de los días y el polvo seco del funcionario
no pudieron nada contra el encanto portentoso:
ideogramas carnales, mariposas de alambre distinto, fueron muchas y muchas
las hijas del cielo consumidas entre las llamas
de apuestos dos espejos lascivos y sonámbulos
dispuestos en lo íntimo de dos metros, cerrados el uno contra el otro:
el uno para el otro le diga al otro que el Uno es el Principio.

Ni es yinn ni el yang, ni la alternancia del esperma y de la respiración
lo sacaron de esta liturgia, las escenas eran veloces
en la inmovilidad del paroxismo: negro el navío navegaba
lúcidamente en sus aceites y el velamen de sus barnices,
y una corriente de aire de ángeles iba de lo Alto a lo Hondo
sin reparar en que lo Hondo era lo Alto para el seso
del mandarín. Ni el yinn ni el yang, y esto se pierde en el Origen. **

Pekín, 1971.


-----------------------
** Rojas, Gonzalo; Oscuro Y Otros Textos,  Chile: Pehuén Editores, 2004. págs. 130-131.

Puede compartir este post a través del sitio de bookmarks de su preferencia.

Publicar un comentario