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jueves, 2 de septiembre de 2010

Juan Eduardo Cirlot (1916 - 1973)

Este es Juan Eduardo Cirlot, uno de los más dignos exponentes del surrealismo literario de habla hispana (amigo entrañable de Bretón), quien además irrumpe entre los intersticios de la simbología terrena para fragmentar contenidos recónditos y liberarlos, ya desentrañados sobre un compendio diccionario; él es el mismo inconformista autor frente a las limitaciones no pulimentadas del lenguaje.
Si repasamos sus propias palabras, converge hacia nuestro entendimiento un método cercano a la utilización de paridades: “Queda así constituida una zona temblorosa en la que las palabras se esfuerzan no ya por llenarse de sentido, sino por serlo ellas mismas. La claridad y la sombra alternan formando una rueda de contrastes sucesivos y reflejando la condición cíclica de tos los fenómenos; entre el conocimiento y la oscuridad primordial, las nociones se insinúan y los sentimientos buscan la palabra de salvación que les dará derecho de existencia en la claridad de las páginas compartidas”.
Tenaz, pensará siempre que la poesía verídica se forja a partir de ideas, únicamente representables a través de símbolos. La tristeza hallada a lo largo de toda la extensión de su obra revela un ritmo melancólico, cual desabastecido mismo, que fluye gracias a un magistral conteo consciente de cada palabra usada, todo pensamiento que pugne por enfrentar el exterior, añadiéndole a lo escrito un mínimo posible de mayor resonancia.
La pena de su alma nos resguarda al contemplarlo:
“El perfume de la nada, el color del absurdo, el estiércol de la muerte entera. El humor ligero y rarificado. Solamente espero el viento. Que se llame amor o miseria, no podrá apenas sino arrojarme sobre un mar de osamentas”.

Gabrielle Angoisser.

Juan Eduardo Cirlot (1916 - 1973) - No debes olvidarme

Bronwyn, I (fragmentos)

(...)
Bajó el cielo a la tierra
y no era transparencia, era distancia.

Era un cristal de acero separado
lo unido.

Se perdieron las olas de los ojos
las flores de una cima donde un cuerpo
era sólo.

El cielo exterminó las claridades
humanas.
De su luz emanaba un absoluto
desasirse de todo lo tangible.

La pérdida nació como una piedra
negra.

***

Se acercan las doradas procesiones
que grabarán mi cuerpo en una losa.

Déjame contemplarte todavía,
mientras mis ojos cambian de función
conviriéndose en música azulada.

Bronwyn, el horizonte es una casa:
(la imagen incendiada de una casa).

***