Si repasamos sus propias palabras, converge hacia nuestro entendimiento un método cercano a la utilización de paridades: “Queda así constituida una zona temblorosa en la que las palabras se esfuerzan no ya por llenarse de sentido, sino por serlo ellas mismas. La claridad y la sombra alternan formando una rueda de contrastes sucesivos y reflejando la condición cíclica de tos los fenómenos; entre el conocimiento y la oscuridad primordial, las nociones se insinúan y los sentimientos buscan la palabra de salvación que les dará derecho de existencia en la claridad de las páginas compartidas”.
Tenaz, pensará siempre que la poesía verídica se forja a partir de ideas, únicamente representables a través de símbolos. La tristeza hallada a lo largo de toda la extensión de su obra revela un ritmo melancólico, cual desabastecido mismo, que fluye gracias a un magistral conteo consciente de cada palabra usada, todo pensamiento que pugne por enfrentar el exterior, añadiéndole a lo escrito un mínimo posible de mayor resonancia.
La pena de su alma nos resguarda al contemplarlo:
“El perfume de la nada, el color del absurdo, el estiércol de la muerte entera. El humor ligero y rarificado. Solamente espero el viento. Que se llame amor o miseria, no podrá apenas sino arrojarme sobre un mar de osamentas”.
Gabrielle Angoisser.