Bajo el signo de las incertidumbres nace la calidad fantástica de esta narración. Quizás no podamos encontrar características comunes de cuento; bajo una voraz lectura comprendemos que puede entreverse una extensa descripción, pero la acción lejos está de situarse en la escena.
Nos sumergimos en un hecho cotidiano que sobrepasa a la normalidad, y aquí es donde H. Murena, con sus interrogantes, actuando de interlocutor oculto que detalla las situaciones que para el lector están vedadas, transforma lo ocurrido, lanzándonos al paralelismo que está dando lugar a esa realidad. El autor no inventa los hechos, corona a lo contado como fantástico cuando nos lo revela.
Es tan perturbador el anhelo de espiritualidad manifestado por el escritor, que somete a su propia obra bajo esa búsqueda. Pensar para acabar con el pensar, dice; y con esa actitud, la indagación sobre el mejor método que nos restituya hacia los nichos psíquicos del homo antecessor.
El estilo expositivo de Murena refuerza sus interpelaciones universales, y al arbitrio del diario, tuerce lo conocido, disfrazándolo de invulnerable, abstracto, para que las formas humanas sabidas siempre puedan tolerar un sometimiento a examen.
Gabrielle Angoisser
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