Simbolista impugna Baudelaire: “la poesía no tiene más objetivo que ella misma [...]. La poesía no se puede asimilar, bajo pena de muerte, a la ciencia ni a la moral. Su objetivo no es la Verdad, sino Ella tan solo [...]. Como Jean Moréas, al confeccionar el estatuto simbolista sienta, el género por antonomasia adoptado por esta corriente literaria es “enemigo de la enseñanza, de la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva”. Puesto que la poesía simbolista “busca revestir la Idea de una forma sensible que, sin embargo, no sería su fin en sí misma, pero que, al mismo tiempo que le sirve para expresar la Idea, le queda sujeta [...]; ya que el carácter esencial del arte simbólico consiste en no llegar nunca a la concentración de la Idea en sí [...].
Georges Seurat, La Tour Eiffel (1889) Óleo sobre tela. El puntillismo denota la Idea de una torre que resguarde el alma simbolista.
Obsoletos, mudos en estantes polvorientos, positivismo, siècle des lumières y con ellos la mimesis natural fijan un esquema que “debe ser” renovado.
Decir nombrando, en pleno “abuso” del raciocinio, será para el grupo iniciador de jóvenes poetas simbolistas, la amenaza más posible de concreción que habrá que inefectivizar.
Cualquier unívoca relación entre la lengua y un objeto se desarticula, y es a través de la sugerencia, cómo los significados profundos de los símbolos habidos en el mundo se descubren.
Al anterior contenido estético, se le debe adicionar una síntesis de numerosas ideas en boga (filosofía de Kant, Hegel, Shopenhauer, ideas pitagóricas, platónicas, heréticas y aportes de la alquimia, ocultismo y Kabalah).
Abocados a la utópica intencionalidad de evocación vívida, los simbolistas trazan una concepción que refiere de una forma más precisa el mundo. He aquí que constituyen aportes claves a esta fundamental directriz las correspondencias baudelarianas adjuntas a las analogías reveladas por Mallarmé, mediante las cuales únicamente el poeta podrá manejar y develar los significados, sin recurrir de ningún modo a explicarlos, bajo el lema que pronuncia “el poema es un misterio cuya clave debe buscar el lector”.
En consecuencia, a lo anterior alude la consigna simbolista de “Arte por el Arte”. Deja su importancia vaga el hallazgo inequívoco sobre los contenidos existentes entre versos, la calidad de imbricación residirá, entonces, sobre la musicalidad vibratoria del poema.
En una época de solapamiento estético mantenido por los insatisfactorios remilgos clásicos, el Simbolismo y sus partícipes impondrán el remedo necesario que ansiaba la poesía.
Gabrielle Angoisser
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